Ya está aquí. Antes de lo que me esperaba ha llegado la siguiente crisis de lactancia. Hace dos días, a mitad de Semana Santa, Irene empezó a comer poco si le daba yo y a demandar mucho pecho. Y cuando digo mucho, es mucho. Además, se pone rabiosa si no la cojo, si me voy sin avisar, si camino más rápido que ella, si no puede coger algo porque pesa tres veces más que ella misma… Cualquiera diría que está en plena época de rabietas. (Me disculpen las mamás que las están sufriendo)
Si ya leíste el post sobre crisis de lactancia – Parte 1– prepárate para lo que viene.
¿Qué es lo que ocurre?
A esta edad los bebés dejan de crecer durante varios meses por lo que sus necesidades alimenticias decrecen. Lo que va en aumento son sus ganas de lactar. Por supuesto ni les quita el hambre ni nada y les proporciona el suficiente aporte calórico. Esto no quiere decir que desistamos de darles sus comidas correspondientes, hay que continuar con la rutina pero sin entrar en bucle no come-me enfado-llora-me enfado más. Si no come, no pasa nada. Teti y hasta la cena. Además, tiene una forma bastante brusca de pedir pecho. Irene me agarra la camiseta y trata de bajármela para ver sus «envases» lloriqueando y muy enfadada. Pide cada poco tiempo, a modo de chupete o para calmar la sed. Incluso puede quedarse mirándome y sin mamar, pero con el pezón en la boca y otras veces succiona como si le fuera la vida en ello haciendo una toma muy intensa. Lo que hago es tratar de darle comida después del pecho porque es en ese momento cuando accede a comer los sólidos.
Y por si esto fuera poco, están las miradas recelosas del entorno en plan, qué haces dándo pecho todavía, no ves que está muerta de hambre, deja de darle pecho y dale más comida… en fin.
¿Has sufrido esta crisis? ¿Qué tipo de comentarios te hacen? ¿Te ha ocurrido todo lo contrario y tu bebé rechaza el pecho? Cuéntamelo!
Recuerda, que en este terreno sólo mandas tu y que debes hacer #Loquetesalgadelastetas.