Recuerdo…


  Durante todo este año he reproducido en mi mente muchísimas veces el día que Irene decidió que ya era hora de cambiar nuestro mundo. No puedo decir que fuera idílico, pero sí que repetiría una y otra vez.

Recuerdo esa sensación de miedo al dolor que me acompañó durante todo el embarazo y cómo desapareció con las primeras contracciones hace justo un año.

Recuerdo la ola de felicidad y tranquilidad que me invadió mientras hablaba con una amiga que había venido a visitarme (Gracias Aitziber por hablame sin parar con cada contracción) 🙂

Recuerdo la cara de incredulidad de mi suegri. Casualidades de la vida vinieron a traernos las llaves de un coche y cuando les dijimos que cenaríamos y nos iríamos al hospital enseguida se quedaron estupefactos. No se lo creían! Eso sí, yo con mi pelota de pilates dando botes por todo el salón… (gracias Alie)

Recuerdo a paleopapi con las baterías cargadas de energía tranquilizadora contagiándome como sólo él sabía hacer. Hablando poquito, pero siempre cerquita. Silenciosa y eterna compañía.

Recuerdo la sensación que me transmitían las matronas. No podíamos estar en mejores manos.

Y las horas que pasaron como minutos excepto la última, que me pareció eterna practicando los pujos. Se abrió la puerta. Ya era hora. El momento había llegado.

Te costó salir, pequeña. Te encantaba dar vueltas igual que ahora y te habías hecho un lío con el cordón umbilical. Aún y todo en un ratito ya estabas fuera. Te vi salir y te cogí para devolverte al lugar de donde habías salido. Bien cerquita de mi corazón. Calentita, llena de vida y muerta de hambre, pero ahí estaba yo para alimentarte.

Recuerdo cómo el cansancio se esfumaba para dejar paso a una sensación de felicidad inmensa. De la mano de mi compañero de viaje, abrazada a mi trocito de vida, no podía pedir más.

Insistente y fuerte ya desde ese momento no has cambiado nada. Te haces notar, cautivas con tu sonrisa, nadie queda indiferente.

Tienes una energía que te hará vivir grandes momentos en tu vida. Sin miedo a nada, intentando todo mil veces hasta que lo consigues y si no, enfadándote como si te acercaras peligrosamente a la adolescencia. Eres un cóctel de emociones y sentimientos, lo más puro que he visto nunca… ¡y los que provocas!

Hoy cumples un año. Sólo han hecho falta 365 días con sus largas noches para poner nuestro mundo patas arriba. Ponernos al límite en todos los sentidos y enseñandonos a vivir de otra manera, entendiendo el sentido de la vida.

Nos estás enseñando a ser papás, a conocernos más y a querernos a pesar de todas las diferencias. El truco está en ir de la mano, sin soltarnos, sin que nada pueda separarnos. Formamos un equipo.

Que la paciencia existe, no es un mito. Y que lo que antes parecía importante ahora ya no lo es tanto.

Crece, siente, vuela y ama con todas tus fuerzas. Respira hondo, tienes toda una vida por delante, llena de sorpresas y aprendizajes. Aprovecha la velocidad del viento y no mires atrás. Camina como si no pudieras pararte, coge carrerilla, vuela!

 

Crisis de lactancia – Parte 2 –


Ya está aquí. Antes de lo que me esperaba ha llegado la siguiente crisis de lactancia. Hace dos días, a mitad de Semana Santa, Irene empezó a comer poco si le daba yo y a demandar mucho pecho. Y cuando digo mucho, es mucho. Además, se pone rabiosa si no la cojo, si me voy sin avisar, si camino más rápido que ella, si no puede coger algo porque pesa tres veces más que ella misma… Cualquiera diría que está en plena época de rabietas. (Me disculpen las mamás que las están sufriendo)

Si ya leíste el post sobre crisis de lactancia – Parte 1– prepárate para lo que viene.

¿Qué es lo que ocurre?

A esta edad los bebés dejan de crecer durante varios meses por lo que sus necesidades alimenticias decrecen. Lo que va en aumento son sus ganas de lactar. Por supuesto ni les quita el hambre ni nada y les proporciona el suficiente aporte calórico. Esto no quiere decir que desistamos de darles sus comidas correspondientes, hay que continuar con la rutina pero sin entrar en bucle no come-me enfado-llora-me enfado más. Si no come, no pasa nada. Teti y hasta la cena.  Además, tiene una forma bastante brusca de pedir pecho. Irene me agarra la camiseta y trata de bajármela para ver sus «envases» lloriqueando y muy enfadada. Pide cada poco tiempo, a modo de chupete o para calmar la sed. Incluso puede quedarse mirándome y sin mamar, pero con el pezón en la boca y otras veces succiona como si le fuera la vida en ello haciendo una toma muy intensa. Lo que hago es tratar de darle comida después del pecho porque es en ese momento cuando accede a comer los sólidos.

Y por si esto fuera poco, están las miradas recelosas del entorno en plan, qué haces dándo pecho todavía, no ves que está muerta de hambre, deja de darle pecho y dale más comida… en fin.

¿Has sufrido esta crisis? ¿Qué tipo de comentarios te hacen? ¿Te ha ocurrido todo lo contrario y tu bebé rechaza el pecho? Cuéntamelo!

Recuerda, que en este terreno sólo mandas tu y que debes hacer #Loquetesalgadelastetas.

 

¡Al agua bebés!


 Disfruto muchísimo viendo a la beba en el agua. Ella se lo pasa en grande jugando con sus juguetes, mordisqueándolos, salpicando todo…

Creo que no sería sincera del todo si no recordara aquel fatídico primer baño que le dimos en casa, estaba tan tensa que se me iban a romper todos los músculos del cuerpo de un momento a otro. Ahora me da la risa acordándome de lo ridícula que estaba, pero en el momento no era capaz de reaccionar como una persona normal. Y más vale que estaba mi vecina, toda experta ella en el cuidado de los bebés, porque si no, hubiera provocado el suicidio del #paleopapi…

A los ocho meses (antes no pude porque no tenía plaza) comenzamos a ir a natación de bebés. La verdad, tenía muchísima curiosidad por cómo sería, no me imaginaba a un bebé aprendiendo a nadar estilo mariposa… El primer día allí estábamos, mami y bebi en el agua y el papá fuera con unas fundas azules para no manchar con las zapatillas de lo más sexys jeje.

Lo primero que había que hacer era pasearla de un lado a otro, boca abajo y boca arriba. Los dos primeros días parecía una ranita, toda encogida sin estirar las piernas, pero luego se fue soltando. En cinco clases ya hace inmersiones (con cara de susto, eso sí) y mantiene el equilibrio a la perfección sobre la colchoneta. Le da igual que sea papá o mamá quien esté con ella (aunque debo confesar que cuando es papá quien está con ella, me busca con la mirada lanzando señales de socorro) 😀

¿Qué beneficios tiene para el bebé?

– Refuerza el vínculo afectivo – emocional entre el bebé y la mamá o el papá

– Ayuda a fortalecer el sistema respiratorio

– Es una actividad de socialización en la que puede desenvolverse con naturalidad y sin traumas

– Ayuda al bebé a relajarse gracias al ejercicio realizado

– Desarrollo psicomotriz

Lo que más me impresionó de todo fue que ellos tienen el instinto de no respirar debajo del agua. Nadie les da indicaciones de cómo tienen que hacerlo. Sencillamente no respiran, es asombroso.

Si queréis saber más sobre esto os dejo este enlace y si tenéis la oportunidad de llevar a vuestros niños a natación os animo a hacerlo. A partir del año pierden muchos reflejos que tenían innatos por lo que cuanto más tarde empiecen su relación con el agua, más les costará coger confianza en ese medio.